17 junio, 2007

Discurso de Bobby Kennedy

...
Demasiado a menudo,
honramos el pavoneo
y la fanfarronería
y al os que ejercen la fuerza.
Demasiado a menudo, excusamos
a los que están dispuestos
a construir sus propias vidas
sobre los sueños rotos
de otros seres humanos.
Pero esto es mucho más claro:
La violencia engendra violencia,
la represión engendra
represalias,
y sólo la purificación
de toda nuestra sociedad
puede remover esta enfermedad
de nuestras almas.
Porque cuando enseñas
a un hombre a odiar
y a temer a su hermano,
cuando le enseñas
que es un hombre inferior
por su color
o sus creencias
o las políticas que sigue...
...cuando enseñas
que los que difieren contigo
amenazan tu libertad
o tu trabajo
o tu hogar o tu familia,
entonces tú también aprendes
a enfrentarte a otros,
no como conciudadanos,
sino como enemigos.
A no encontrar cooperación,
sino conquista.
A ser subyugado y dominado.
Aprendemos,
por último, a ver
a nuestros hermanos
como extraños.
Hombres extraños
con quien compartimos
una ciudad,
pero no una comunidad.
Hombres vinculados con nosotros
por viviendas en común,
pero no por un esfuerzo común.
Aprendemos a compartir
sólo un temor común,
sólo el deseo común de alejarnos
los unos de los otros.
Sólo el impulso común
de responder
al desacuerdo con la fuerza.
Nuestras vidas en este planeta
son demasiado cortas.
La tarea a realizar
Es demasiado grande
para permitir que este espíritu
siga prosperando en esta
nuestra tierra.
Por supuesto, no podemos
desterrarlo con un programa
ni con una resolución...
...pero quizás podemos recordar,
aunque sea por un tiempo,
que los que viven con nosotros
son nuestros hermanos,
que ellos comparten con nosotros
el mismo breve momento de vida,
que ellos buscan, como nosotros,
nada más que la oportunidad
de vivir sus vidas
con propósito y felicidad,
ganando la satisfacción
y la realización que puedan.
Sin duda, este vínculo
de destino común,
seguramente este vínculo
de metas comunes
puede comenzar
a enseñarnos algo.
Seguramente podemos aprender,
por lo menos,
a mirar a nuestro alrededor
y vernos, a ver a los hombres,
y seguramente podemos comenzar
a trabajar un poco más duro
para vender las heridas
y convertirnos, de todo corazón,
en hermanos y compatriotas
otra vez.